martes, 29 de junio de 2010

¡ARRIBA LA QUINCEAÑEBRIA!

Martina era la más pequeña de cinco hermanas, así la nombró su papá, pues siempre buscó tener un chamaco, y ya para el “no hay quinto malo” ,se echaron el último volado y nació ella. Así pues, Don Martín y Doña Ernestina, la bautizaron como Martina, fusionando sus dos nombres y cerraron la fábrica finalmente.

Esta familia dueños de una miscelánea en la colonia Escandón, vivía apenas con lo justo, ya para la tercera de las hijas, las fiestas de quince años se terminaron. A pesar de que Martina, era más bien una especie de chamaco de barrio; siempre dueña del balón, medio regordeta y fortachona, no faltaba el niño que llegaba llorando a su casa después de la cascarita porque Martina le había propinado unos buenos madrazos… ella siempre soñó con su fiesta de quince años.

Pasaron los 15, los 16, y las 17 primaveras de Martina, y su ilusión de fiesta de quince años, se concretaba a un pastel en la sala de la casa, ubicada en la trastienda.

Terminando la prepa, Martina decidió ir a vivir con su tía de Tamaulipas, y cambiar un poco de vida, sus otras cuatro hermanas eran medio huevonas, y ya con ayudar en la tienda se daban de santos, eran más bien feas y sólo una de ellas había andado con el hijo del taquero, y al menos éste, le había dado, pa´sus tacos.

Martina, no quería terminar igual, así es que llegando a Tampico, su vida cambió, comenzó a trabajar en un centro comercial, y se metió a estudiar inglés. Una tarde, poco antes de cumplir la mayoría de edad, compró un boleto de lotería… A la siguiente semana, Martina se había ganado 200 mil varos.

Ni siquiera hizo una lista de lo quería comprar o hacer con la lana, su sueño interminable, era la fiestota de quince años. Sin notificarle, ni a su tía Tencha del premio ganado, inició una dieta rigurosa, y comenzó a enflacar… todos los sábados saliendo de la tienda, se iba a ver vestidos de quinceañera, aguantándose hasta que le entrara uno talla siete para comprarlo.

Llegó su cumple número 18, y Martina, también llegó a la talla 7, su tía le decía que andaba lombricienta, pues la morenaza se quitó varios kilos de encima.
El día de la verdad llegó, Martina regresaba a la colonia en donde nació, y volvió a ver a todos sus cuates de la cascarita, a quienes ya tenía en mente para hacerlos sus chambelanes. Más otra de sus metas, era perder la virginidad al menos con alguno de ellos, vaya, el que estuviera más mamado y sabrosón, total había mucho para es-coger, digo elegir…

Pensó, “Si ya a muchas se las tiran a los 15, qué mejor que ahora a los 18, ya soy canchita reglamentaria”…

Compartiéndoles una lanita a sus jefes, comenzó a organizar el pachangón, consiguió el salón, el vestido lo trajo de Tampico, era color verde botella, pero ya no parecería un chile relleno… Martina había tenido un lindo cuerpo atrapado en una albóndiga, pero ¡el capullo se hizo flor!

Su banda consiguió trajes de cadete, y comenzaron los ensayos del waltz, ahora si, su cintura ya era cintura… y todos competían a su espalda, para ver quién se iba a comer ese pastel…

El gran día llegó, Martina, era nada menos que la cenicienta de Escandón, su cabello tenía destellos dorados, (peinado y maquillaje, cortesía de La Lola, el estilisto- estilista de la colonia famoso por usar mallones rosas) feliz de la vida le hizo sus ricitos de oro y le puso la pestañaza postiza, para que le diera un aire a Adela Noriega en sus tiempos mozos…

Después de la misa, (en donde todos se hacían los mustios, y pusieron cara de “yo no quiero tirarme a la quinceañera… eso es de pecadores, mea culpa…”) Se vio salir de la gran calabaza, el primer tacón dorado de Martina, en la entrada del salón sus seis chambelanes levantaban las espadas (las de acero… pérenme) para hacer un arco por donde la chica pasaría… Arriba de las escalinatas de mármol, la recibía Don Martín, quien se mandó a hacer un traje del mismo color del vestido de su hija, el problema es que él sí era bastante regordete, y con la corbata roja y sus canitas, parecía todo un chile en nogada.

De los seis chambelanes, ella ya había hecho una primera eliminatoria, y quedaron tres elegidos para aquello del tesorito: Damián, hijo del dueño del taller de transmisiones, un metrosexual región cuatro, que bañado no se veía nada mal, tenía buen cuerpo, o sea brazote fortachón lucido en playera sin manguita… En las noches de antro “El Damían” se ponía harto gel, y le daba un aire a chavo de Villa Coapa, o sea, no tan naco, pero si chacalón…

El Robert, el único de la bandita que estudiaba en la UNAM, no era feo, pero tenía pancita chelera, y los dientes medio chuecos, siempre andaba con su traje de terlenka, para dar a notar en la colonia que sería el único abogado que los sacaría de apuros.

Y el favorito… Rogelio, alias “El chambitas”, su mote se lo ganó no por hacer bien los mandados… sino las chambas… Así es que con esa buena fama y guerejo, (pues su jefa Doña Amalia, se había echado el volado con un ranchero de Chihuahua casi menonita), y pues con buena ropa el Rogelio podía pasar por chico Condechi, claro está, sin abrir la boca, este brother, tenía su puestuco de pelis pirata, y la neta no le iba nada mal, como regalo de quince, le dio a Martina, 3 de sus series favoritas y la peli de “El orgasmo de Amy” como para que se fuera instruyendo, sin ser porno.

Estos tres camaradas sabían que estaban en una especie de terna, y se deshacían en halagos para Martina. Y llegó la hora del Waltz. A pesar de que se habían organizado los turnos, los hombres comenzaron a competir, Damián y Rogelio la tomaron de la mano al mismo tiempo, ella sacada de onda, no sabía con cual bailar, aquí sin duda ganaría la ley del más fuerte, y no precisamente de olor…

Martina gozaba la competencia, y en su cabeza dedujo, “el que más me jalonee para quedarse conmigo será el elegido… ”
Ni Damián con sus brazotes, pudo con la treta de Rogelio, quien entre el jaloneo le dio a Martina una sutil mordida en la oreja… al estilo Mike Tyson, pero sin sangre.

Y así fue, Rogelio y Martina desempeñaron una coreografía de campeonato. Bailando por un sueño se quedaba corto, ante la coordinación de este par cachondo.

Y claro, choro mata carita, brazote, carrera y taller de transmisiones… Al bailar Roge le decía al oído a La Martina, “Hoy es tu noche, vas a ver que chambita te hago bajo esas crinolinas”.

Martina se chapeaba cada vez que Rogelio decía esas frases eróticas. Después de todos los performances, el de Britney, de Madonna, y hasta el regeatón, llegó la hora.
Los compadres, las comadres, la abuela, la tía solterona, las hermanas chonchetas, toda esa generación se había ido ya, quedaba la banda juvenil, así pues, Martina hizo un acto de escapismo.
El aventajado y nada pendejo de Rogelio, ya le había dado un varote al wey de la calabaza dorada, para que los paseara por toda la ciudad, mientras él hacía suya a la quinceañebria, pues Martina ya andaba hasta el moño con el vino espumoso.

El último atuendo para show, fue una minifalda de vuelito, por aquello del famoso “perreo” regaetonero, con unas delicadas zapatillas rojas y el cabello alborotado. Así entre las luces y la musicota, Martina y Rogelio salieron hacia la carroza, ésta calabaza se les había convertido en motel y su virginidad no llegaría más allá de la colonia Juárez.

Y así fue, El chambitas hizo su chambota… Martina volteaba los ojitos con brillantina hacia arriba, mientras de reojo vio al ángel de la Independencia, cuando pasaban por Avenida Reforma, pero no daba crédito de lo que estaba sintiendo bajo su minifalda de Suburbia, era la primera vez que alguien le quitaba el brasier, bueno, le quitaba todo, menos las zapatillas rojas. Ya medio dopada por el efecto chambita, Martina le pidió a gritos a Rogelio que culminaran el acto. A pesar de que Roge era un maestrazo, con el movimiento de la carroza, (que más bien parecía calandria, con sus viejos amortiguadores), le costó un huevo ponerse el condón, pero por fin lo logró, más él sabía bien cómo hacérselo a una virgen.

Martina estaba más que feliz, dos de sus sueños se habían hecho realidad, (y sin hada madrina CA!), encima, ya eran más de las doce y la carroza no se convertía en verdura.
Dieron casi las 3 de la mañana, cuando Martina regresaba a casa con el Chambelán habilidoso, quien sin duda le hizo experimentar por primera vez un buen orgasmo, ella no podía estarle más que agradecida.

Tal vez Martina rompió con alguna maldición, pues ya no era gorda y virgen como sus hermanas, además de poder haber costeado su fiesta de quince más tres…

Ironías SEX&DF: Apenas 3,000 casos de Influenza Humana y todos quieren usar guantes y mascarilla, más de 41,000 millones con SIDA y nadie quiere usar condón…


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