martes, 29 de junio de 2010

LA BODA CON SU MEJOR AMIGO

Antes de iniciar esta semana, les diré que todas las historias de este blog son reales, por ello repito; ¡Cualquier parecido con la realidad no es ninguna %&#$ coincidencia!

Paola regresaba de un largo viaje, había puesto su vida en pausa por más de un año y era momento de reencontrarse con su vida en esta gran urbe.

A los pocos días de haber retornado, su agenda estaba saturada de compromisos con sus cuates y cuatas, a pesar de su ausencia, al volver todo seguía igual, sus amigas con los mismos novios y manías, sus amigos igual de gigolós, su abuela horneaba el mismo pastel de zanahoria y al parecer lo único que había cambiado era la dentadura de su abuelo, que ahora era casi perfecta.

Ernesto, uno de sus mejores amigos no tardó en invitarla a una mega boda, sí, de esas en donde se tira textualmente la casa por la ventana, más de 500 invitados, copas de cristal cortado, chupe de la mejor calidad sobraba y una banda extrasúpermega “prendida” que tocaría por 12 horas poniendo hasta a el padrino a bailar rolas de Timbiriche con todo y traje satinado amarillo-azul.

Paola aceptó de inmediato, le encantaban las bodas, era de esas chavas que se la pasaba mejor que los novios. El reven cayó en sábado y se hizo en una hermosa hacienda en Cuernavaca, un verdadero paraíso, así es que desde el viernes agarró sus chivas y se lanzaron a la casa de Ernesto en Cocoyoc. En dicha casa ya estaba el hermano puberto de Ernesto, con sus amigos “caifanes” y un par de suizas que estaban de intercambio por acá. Así es que el desmadrito comenzó desde tempranas horas del viernes.

Ernesto y Paola llegaron corriendo a la ceremonia religiosa, Ernesto, ex alumno de la U.P. (mega mocho) no podía perderse la misa, Paola siempre fue medio atea y prefirió quedarse afuera y comenzar con unos cuantos coctelitos y echarse su cigarrito disfrutando del hermoso clima y un bello y perfecto paisaje.

Así pues cuando escuchó la marcha nupcial y los aplausos dejó su copita y fue a buscar a Ernesto, lo tomó del brazo y se fueron a la mesa que les asignaron en donde estaban otros cuates de la chamba de su mejor amigo.

De pronto, llegó un pelirrojo medio despistado, como buscando amigos, y les preguntó si podía sentarse en su mesa; “Vengo con mi papá y me da hueva sentarme con puro ruco” argumentó, Paola fue la primera en decirle que sí y casualmente Rodrigo (el “pelired”) quedó sentado junto a ella.

Y para que vean que el hábito no hace al monje, no por el hecho de que Paola fuera muy catrina con su vestidito de Zara y su tacón picudito, quería decir que fuera fresis amargosa y mochilona, no, al contrario, era una hippie medio pacheca de alto caché…
La conversación entre Paola y Rodrigo se hizo cada vez más cordial, después de la suculenta comida y varios chupes de primera, salieron del “closet protocolario” de las bodas y acabaron hablando de Marilyn Manson, y de la hierbita verde que tanto les gustaba.

En la linda, pequeña y femenina bolsa con chaquirita y canutillo de Paola, había una cajita de plata también delicada, en la que había dos perfectos churritos de mota. Cuando Pao vio que el tal Rodri era de su onda no tardó en invitarlo a compartir un par de “jalones”, él sin duda aceptó.

Pasadas las horas, caía la tarde, había pasado ya el discurso del padrino, de la tía gorda, del papá (que seguro se endeudó a madres con la boda…) de los hermanos, los cuñados etc, y la banda no paraba de tocar.

Paola sólo le pidió a Ernesto su encendedor y le dijo… “Ahorita vengo”, así Paola y Rodrigo se fueron rumbo a las antiguas caballerizas de la hacienda, la neta nadie se percató de su ausencia entre más de 500 personas.

Así pues comenzaron a fumar, ella se quitó los tacones y se sentó en un barril y él a su lado comenzó por darle unos besitos tímidos en el cuello, posteriormente, un delicado agarrón de bubi y luego ya el beso pasional… risa y risa, fume y fume, se pusieron bien agusto y un poco hasta su madre, ahora todo les parecía surrealista, el contexto de la boda era otro, ya en la risa, se fueron a otro lugarcito aún más apartado, (vaya que las haciendas tienen recovecos bien útiles), y como dice mi tía la queretana, “una cosa llevó a la otra”, tanguita negra abajo, pantalón de lino y boxers blancos, abajo también, guayabera abierta (que dejaba ver un lindo y lapiño pecho con un peculiar gran tatuaje, y un abdomen cuadriculado), vestido de Zara para arriba, (precavidamente unos condones en la cartera del “Rorri”) y vengache pa´ca! Paola y Rodrigo se dieron vuelo, se olvidaron de los invitados, de las damas ( todas amigas de la novia bien quedadas…y algunas vírgenes, pero eso si bien alaciadas y en taconazo), del lazo, de las arras, y de las argollas, del “hasta que la muerte los separe” y ah, claro y del padre que profesó la misa, mismo que andaba bien pedo cante y cante en la barra de la cual no se separó por horas…

No quisiera ser tan gráfica y describirles la calidad de orgasmo que tuvieron, ya pachecones, servidones y entrados en un ambiente como de escenografía de “Amor Real”, bien colonial, y surrealista.

Ambos atuendos quedaron en mal estado, perdieron la noción del tiempo pues ya era de noche, así medio se incorporaron y regresaron directo a la pista para bailar “No controles, y Cómo te voy a olvidar”, era un hecho que ni su amigo Ernesto se había dado cuenta de la ausencia de ambos, él ya andaba igual de pedo que el cura y con planes de ligarse a una de las suizas llegando a casa…

Dieron las cinco de la mañana, la banda había dejado de tocar a las dos pero el desmadre seguía, cuando comenzó a llover y decidieron regresarse, casualmente el único sobrio para manejar era Rodrigo y como Ernesto era tan cortés y siendo el mejor amigo de Paola, lo invitó a manejar su camioneta y a quedarse con ellos en Cocoyoc.

Paola estaba más que muerta y se quedó dormida en una hamaca, Rodrigo no tuvo más remedio que dormirse en el sillón de la sala y Ernesto fue despedido con un beso en la frente por una de las suizas…o sea que los únicos que seguro tendrían sexo esa noche, serían los recién casados.

Al otro día el buen Rodrigo les hizo de desayunar a todos, Paola como que ya con la luz del día le dio levemente el cortón y se la pasó en la alberca atendida como reina por Ernesto y aprendiendo groserías en el idioma de las suizas que eran un desmadre.

Ernesto llevó a Rodrigo a la estación y se regresaron por la noche al D.F.

El martes cuando Paola fue a correr a los viveros de coyoacán se encontró ni más ni menos que a Rodrigo, (extraño ¿no?) se saludaron como grandes cuates y sin más se cruzaron para cada quien seguir corriendo en distinta dirección y continuar con su vida, como es, como debe de ser…

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